La participación en la Misa dominical es distintivo característico del cristiano y una exigencia para alimentar la propia fe y para dar fuerza al testimonio cristiano. Sin la Misa del domingo y de los demás días festivos, faltaría el corazón mismo de la vida cristiana. La participación en la Misa dominical es siempre fundamental para vivir la existencia cristiana, y eso vale de modo especial ante los grandes desafíos de hoy.
Cuando el domingo pierde su significado fundamental de “día del Señor” y se transforma en un simple fin de semana, es decir un día de pura evasión y diversión, queda el cristiano prisionero de un horizonte terreno tan estrecho que no deja siquiera ver el cielo (cf. Carta Apostólica « Dies Domini», 4).La Eucaristía dominical es también el manantial del vigor misionero que se fortalece en el encuentro frecuente con Jesús. Es fuente y cumbre de la vida cristiana. América Latina necesita un nuevo impulso misionero que lleve al creyente al encuentro con Jesucristo vivo, camino de conversión, comunión y solidaridad.